¿Si un deportista de alto rendimiento regula su corazón para lograr mejores resultados porque entonces no estamos regulando el cerebro de los talentos de alto potencial?
- Catalina Trujillo Arbeláez
- 5 ago
- 3 Min. de lectura
Los deportistas más disciplinados entrenan controlando su frecuencia cardíaca. Es decir, hay zonas óptimas que se aplican según las necesidades específicas: si necesitan fuerza, resistencia u otros parámetros, regulan los latidos de su corazón. En un partido de fútbol, en ocasiones sacan a los deportistas porque su equipo técnico está analizando sus indicadores y, por más que sean los más relevantes, su funcionamiento no está al 100%. Por lo tanto, realizan movimientos estratégicos para lograr los mejores resultados como equipo.
Para nuestras capacidades físicas es fundamental entender nuestro corazón, pues marca el ritmo de nuestra resistencia: cuántas veces nos toca parar, respirar y detenernos para que descanse y se regule cuando hacemos actividad física.
¿Y si entendemos todo esto, por qué no somos conscientes de nuestro cerebro? Para quienes realizamos trabajos con demandas intelectuales, es importante comprender que nuestro cerebro también emite frecuencias, y el funcionamiento óptimo de este sistema depende, en gran medida, de cuánto lo regulemos.
Supongamos que eres un talento de alto potencial trabajando en un proyecto que generará un gran impacto en los resultados de la empresa. Comienzas con mucha energía, pero esta se va agotando. Vivimos en entornos altamente estimulados y nuestro cerebro entra en frecuencias tipo gamma, en las cuales nos agotamos y le enviamos señales de alerta al sistema nervioso. Este, al percibir que es un estímulo sostenido, lanza una alarma interna y activa los mecanismos de defensa (sistema parasimpático), generando cortisol. Esto hace que la amígdala (centro emocional) tome el control y le quite funciones al lóbulo prefrontal (centro racional), por lo tanto, la mente se nubla y los resultados comienzan a bajar.
En un mundo ideal, llegas a tu casa y te desconectas de todo para recargar tu batería con la familia, los amigos, la naturaleza, buenos espacios de descanso... Lo que permitiría comenzar un nuevo día con energía. Sin embargo, las redes sociales y los dispositivos no están permitiendo que generemos estos espacios de recarga. Por lo tanto, llegas al día siguiente igual de agotado. Imagina que fuera tu corazón: corres una maratón y no le das descanso... ¿Qué crees que pasaría? El cerebro y el sistema nervioso comienzan a manifestarse de diferentes formas, y vivimos tan ocupados que no los estamos escuchando.
Para lograr buenos entornos laborales, es importante trabajar en frecuencias beta. Incluso, si el objetivo es crear y lograr estados de flujo donde potenciemos nuestra capacidad, los estados alpha son los indicados. Y esto funciona en ciclos: a veces sube la frecuencia, a veces baja, pero lo importante es tener momentos de reposo para lograr recargarnos.
Algo que me cuestiona bastante es: ¿hasta qué punto nos estamos sobreexigiendo? Porque, si nos sentimos abrumados en el trabajo, tenemos hijos que requieren tiempo y acompañamiento, y aún así seguimos exigiéndole a nuestro cerebro con maestrías o exceso de reuniones de networking, lo que logramos al final es agotarnos más. Un cerebro estresado no aprende.
Este artículo es una invitación al autoconocimiento, para que aprendamos más de nosotros mismos y entendamos la importancia de regularnos para lograr nuestro máximo potencial. Y para quienes lideramos personas, seamos conscientes de en qué momentos hay que sacarlos de la cancha para evitar caer en burnout, crisis de ansiedad, depresión y muchas otras enfermedades que surgen de un sistema nervioso desgastado.
Si quieres aprender más sobre este tema, escríbeme.

Comentarios