Por naturaleza, los seres humanos tenemos la capacidad de adquirir información a través de nuestros sentidos, la cual utilizamos para diversas necesidades y actividades de vida, a este proceso lo podemos llamar aprendizaje, pero hay un elemento importante que nos lleva a evidenciar que esa información adquirida la aplicamos en la realidad que vivimos y es: el conocimiento.
Si bien es un concepto que aparentemente es definido con simpleza como la adquisición de información, es más amplio de lo que podemos imaginar. El conocimiento es un proceso que parte de la percepción, pasa por el entendimiento y finaliza en la razón, así, se presentan dos momentos que son marcados por la experiencia a través de dichos procesos cognitivos:
A priori: aquí la experiencia no hace presencia, pues el conocimiento se puede adquirir a través de la percepción de toda aquella información que podamos obtener.
A posteriori: aquí la experiencia hace válida la información adquirida, pues la aplicamos en la realidad en la que vivimos gracias al entendimiento de ella y al raciocinio (cómo la interiorizamos).
Según esto, podemos decir que hay dos tipos de conocimientos que debemos identificar:
Tácito: es el conocimiento que adquirimos de manera inconsciente, es difícil de verbalizar. Ejemplo: valores, intuición, puntos de vista.
Explícito: es el conocimiento que tienen una forma y unos sistemas que propician su adquisición y comunicación. Aquí hablamos de procedimientos que pueden ser fácilmente transmitidos o replicados.
Debemos tener en cuenta que el conocimiento se transforma en aprendizaje, convirtiéndose en un ciclo que permite a las organizaciones conservar estos conocimientos que son esenciales para el logro de sus objetivos.